Las actitudes y reacciones de una persona son única y exclusivamente relativas a lo que siente, a su estado de ánimo, a su momento conciencial, a las circunstancias que en ese momento le rodean, a su estado de salud, al ambiente… son tantas cosas las que influyen en lo que hacemos cotidianamente…
El egocentrismo del que hacemos gala con tanta frecuencia en estos tiempos, nos hace creernos el centro de la vida no solo de la nuestra sino de la de los demás también y cuando alguien tiene una reacción que no esperamos, salida de tono, agresión verbal, algo que consideramos un desprecio, o quizás nos sentimos ignorados por esa persona, o humillados… en fin muchos actos de otras personas que constantemente vivimos como un «me ha hecho»
No nos paramos a pensar en, ¡cómo tiene que encontrarse esa persona en este momento para reaccionar de esta manera! No no, no queremos salvarle de nada, no queremos quitarle culpas, no queremos dejar de ser su víctima… nos quiere hacer daño, nos quiere ofender, es una mala persona, quiere vernos sufrir, nos quiere humillar, nos odia…
En muchas ocasiones, la mayoría, estos agravios proceden de personas a las que queremos y que nos quieren. Y esto todavía lo hace más doloroso e incomprensible.
No soy ninguna filósofa, simplemente expreso mi sentir, mi resentir y me apoyo en la experiencia de mi propia vida.
Todo cambia cuando nuestro punto de vista cambia y pasamos de sentirnos la víctima de la ofensa a situarnos al margen y entender que esa reacción solamente es fruto de su estado. La otra persona saca su frustración, su rabia, su sentimiento de culpa, su enfado, su miedo, su amargura…
¿Su estado interior tiene que ver algo conmigo? Probablemente no. Por lo tanto si no me doy por aludida, no tengo sufrimiento por «lo que me ha hecho».
Desde que vivo la vida viendo que el otro NO me hace nada a mí, sino que lo que hace, lo hace y punto, por su propio estado, no me siento agredida, es más, muchas veces siento una gran compasión por la otra persona al ver cuanto sufrimiento tiene dentro, qué malestar tiene que sentir para, en esos momentos de rabia, intentar hacer daño a alguien a quien quiere.
Me ha nacido una serenidad y una paciencia que no conocía, pues hace tiempo, cuando veía la vida desde una óptica diferente, yo misma era de las que saltaba a la mínima oportunidad para «defenderme». Hoy, en muchas ocasiones, sencillamente no siento que tenga que defenderme, y las reacciones con las que me encuentro son muy distintas.
Si no contestas, no levantas la voz, no te sulfuras, no pones mala cara… en principio la otra persona se sorprende. Algunas veces se pueden tomar a mal que no respondas. Incluso ofenderse sintiéndose ignorado o ninguneado. En otras ocasiones se pueden parar y reflexionar al no encontrar respuesta. Incluso se pueden sentir ridículos, al ver su actitud como una salida de tono…
Son variadas las reacciones, pero, en definitiva eso forma parte de su vida, su aprendizaje. Esa reacción, sea cual fuere, «tampoco tiene que ver conmigo»
Asun Serrano
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